Febrero
2014
Paco Bautista SMA
Una
sonrisa no cambia el mundo, pero conmueve el corazón, al menos el mío. Ayer
tarde volví al hospital y volví a encontrarme con los enfermos y sus familiares. Detuve mi
mirada en una niña de no más de diez años con una desnutrición tan severa como
la que vi en Bubakar, o quizá más. Era un varadero “Cristo” clavado en una
cama.
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Ramatu
- No
habla, no ríe, no tolera casi ningún alimento-, me comentó su abuela.
Yo me
acerqué a su cama, la tome de ambas manos, las fui acariciando con ternura, con
delicadeza. La mire directa a los ojos. Le sonreí. Luego le dije:
- Me
llamo Paco. Mi nombre es fácil de pronunciar. ¿Cuál es el tuyo?
No dijo
nada. Su mutismo era absoluto. La tristeza y la desolación dibujaban aquel
rostro con más muerte que vida. Cada uno de sus huesos se podía contar. Pero
insistí. No me di por vencido.
- Mi
nombre es Paco, Paco... No es difícil, ¿cuál es el tuyo?, además-, añadí, nadie
te ha dicho que eres una niña muy guapa, ¡pero que muy guapa! Así que no te
queda más remedio que decirme tu nombre.
¿Fue mi
poder de seducción, me echó una mano Dios desde arriba? No lo sé. Pero en un
hilo de voz aquel cuerpo maltrecho dijo:
-
Ramatu, me llamo Ramatu, y tú te llamas Paco.
- No
sólo eres guapa, tienes además una voz preciosa- le respondí en tono alegre
para insuflarle todo mi ánimo, toda mi cariño.
Y fue
entonces cuando esbozó una sonrisa, que iluminaron sus enormes ojos tan vivos
en aquel cuerpo tan próximo a su final.
La
abuela, que seguía la escena se emocionó. Dijo:
- Desde
que la ingresamos no había abierto la boca, y mucho menos había sonreído. ¡Que
Alá te bendiga! ¡Gracias!
Entonces
le acercó su plato con arroz, que tenía olvidado en un rincón. Su abuela la
animó a comer, como hacía siempre. La niña negó con la cabeza. Con su mano
escuálida me alargó la comida:
- Come
tú primero, eres mi invitado- Ramatu compartía el alimento conmigo, con su
inesperado amigo Paco.
Tomé una
cuchara, comí unos granos de arroz, y le devolví el recipiente.
- Ahora
te toca a ti. Está riquísimo. Cómetelo entero. ¡Y verás que pronto te pones
buena y sales de esta cama! Una niña tan guapa como tú se va a recuperar
enseguida. ¡Te lo aseguro! Además, yo le voy a rezar a Alá mucho por ti, porque
ya somos amigos.
Y para
sorpresa de la abuela, la niña comenzó a comer, despacito, muy despacito, según
el alimento que su estómago podía tolerar.
Y allí
las dejé. La abuela me miró con agradeciendo y Ramatu me dijo adiós con la
mano. Yo le guiñé cómplice un ojo y ella volvió a sonreír. ¡Ojalá salga
adelante! Sería un auténtico milagro. Pero
¿por qué no? No dejemos de rezar por ella.
Una
última palabra sobre esta niña, ¿no es hermoso que ella, la necesitada de
alimento, sea la que tome la iniciativa para compartirlo con quien tiene al
lado? Ramatu, sin saberlo, hizo un gesto que los teólogos llamaríamos
profético.
Termino
como suele terminar Jesús en algunas páginas de su evangelio: “El que tenga oídos para oír que escuche, el
que tenga ojos para ver que vea”
Lo
anterior ocurrió el 29 de enero de 2014. No os hablé de la niña porque os conté
mi visita a Gaya, y no quería añadir más dolor a la muerte de Bubakar. Pero
hoy, a 11 de febrero y después de mi nueva visita al hospital, os cumínico con
alegría que Ramatu se ha recuperado milagrosamente. Las ganas de vivir, el
ánimo recuperado, y algún reconstituyente vitamínico que la providencia le hizo
llegar, han obrado el milagro. Ella ya está en su casa, sana y salva. Yo fui
testigo cuando le dieron el alta. Aquellos ojos llenos de vida y recuperados
volvieron a sonreírme.
- Paco,
me dijo con afecto.
-
Ramatu, le respondí con alegría.
Mis ojos
contemplaron como dejaba el hospital acompañada daae su familia.
¿No os
parece buena noticia? A mi sí. Ya que ningún diario se hará eco de ella yo os
la cuento. No podía dejar de compartir con vosotros una alegría así, para que
mi gozo lo sea también vuestro.
Una batalla está ganada, pero la violencia del hambre está más activa que nunca por estas tierras. Los datos así lo dicen y la precariedad de las cosechas es alarmante en muchos rincones de Níger.
Con todo
mi afecto, una pequeña esperanza desde la tierra de los preferidos de Jesús
¡Que el
Dios de los pobres nos anime a todos a construir su reino! Quedémonos hoy con
el buen sabor de boca de que Ramatu le ha ganado la partida a la injusticia de
la muerte que estuvo a punto de llevársela.
Desde
Niamey a 11-2-14, siempre fraterno:
Paco BautistaMisionero SMA
www.misionesafricanas.org