lunes, 7 de noviembre de 2016

A nadie le amarga un dulce

HOLA A TODOS,

ESTE FIN DE SEMANA TENEMOS EN NUESTRA PARROQUIA DE NUESTRA SRA. DE LAS ROSAS, LA CAMPAÑA DEL CALENDARIO MISIONERO (Y ALGO MÁS), EN LA QUE LOS MISIONEROS NOS INVITAN A DESCUBRIR UN POCO MÁS DE ÁFRICA, DE SUS GENTES, DE SUS COSTUMBRES Y SOBRE TODO LA SONRISA DE TANTOS NIÑOS QUE, JUNTO CON NUESTRAS ORACIONES, SON LA FUERZA DE LA QUE SE NUTREN TANTOS Y TANTOS MISIONEROS.

ADEMÁS ESTE AÑO, NOS INVITAN A DESCUBRIR ALGO ESPECIAL, LA SONRISA DE LOS NIÑOS, UN CUENTO Y 60 RECETAS DE DULCES, PERO QUIÉN MEJOR PARA EXPLICARLO QUE UN MISIONERO.

ESPERAMOS QUE OS GUSTEN Y COMPARTAMOS CON ELLOS LA ILUSIÓN Y LA SONRISA DE LOS NIÑOS.

UN CORDIAL SALUDO,

GRUPO DE MISIONES
Parroquia Ntra. Sra. de Las Rosas
misioneslasrosas.blogspot.com
http://parroquiarosas.org

A nadie le amarga un dulce (prólogo del libro Dulce África)


Pepe Ferrer, sma. Septiembre 2016

Acaba de ver la luz el libro Dulce África, un compendio de 60 recetas africanas realizadas, semana tras semana, por las autoras Olga González, Pilar Santillana y Josefa Bermúdez, bajo la dirección del chef repostero Pedro Sandía.

A NADIE LE AMARGA UN DULCE

¡Qué sabio el refranero popular! Hasta el idioma se inspira de los gustos para definirnos según nos sople el ánimo. Así, un carácter agrio o alguien amargado no nos seducen; sin embargo, cuando afirmamos de una persona que es muy dulce estamos diciendo que es encantadora, afable, amable, simpática, buena, tierna y educada; en fin, ¡un cielo!

Todos recordamos el famoso grito de la cubana Celia Cruz: “¡Azúcar!”, voz que celebra el sabor de la felicidad, la alegría y de la fiesta. Y no nos extraña, puesto que gracias a los alimentos con alto contenido en azúcar nuestro cuerpo produce la serotonina, sustancia que nos ayuda a sentirnos mejor y nos levanta el ánimo. No es necesario ser un científico para saber que el dulce, además de agradarnos el paladar, nos “dulcifica” el espíritu.

Algo tan agradable y deseado se convierte necesariamente en símbolo de Dios y de sus promesas. El Edén, ese jardín de perfecta armonía entre la creación y su creador, estaba coloreado por árboles hermosos de frutos buenos y apetecibles, ¡hasta tentadores! Y, aunque el castigo del exilio sumió al hombre en una existencia amarga, nunca perdió la esperanza de volver a pisar una tierra dulce, fruto de la promesa de Dios y reflejo de su dulzura de corazón, una tierra que mana leche y miel, tierra enjoyada con huertos de granadas, uvas, manzanas, higos y dátiles. ¿No soñaría un niño con un país de chuches y pasteles?, ¿acaso hay fiesta o banquete sin tarta o alegría sin dulces?

Recuerdo la sonrisa de los niños encaramados a los mangos majestuosos de la sabana africana, agarrados a las ramas y provistos de largos palos y cañas para coger todos los frutos posibles sin calibres ni miramientos, sin menospreciar ningún grado de madurez: entre el verde y el amarillo, todo vale. Me vienen a la memoria los cocos de la playa de Ouhidah, un poco verdes, pero blandos y tiernos como las allozas de comienzos de primavera. A golpe de machete se le abre una bocana para acceder a un manantial de dulzor que te hidrata hasta el alma. ¿Y cómo olvidar las papayas que crecen apelotonadas en las alturas, sujetas por un tronco endeble y rematado por grandes hojas? Cuando tornan hacia el naranja se les hace caer para poner a prueba nuestros reflejos y atraparlas al vuelo antes de que lleguen a tierra. Aún sigo viendo la cuneta, camino de Cotonou, llena de piñas ordenadas sobre destartalados estantes, jamás probé otras más dulces. ¡Y las naranjas de Bohicon!, aunque ni maduras alcanzan el color de su nombre, por algún capricho del clima siempre se mantienen verde amarillento, engañando a los ojos foráneos. Bananas y plátanos de variedades muy diversas: más pequeños, más grandes, más dulces, más suaves… Fruta apetecible de árboles hermosos, un edén en enormes bandejas llevadas de un sitio a otro sobre las cabezas de las mujeres que ofrecen sus delicias con incansable insistencia.

Este libro de recetas de postres, inspiradas en frutas tropicales, es una ventana a la alegría de la sabana, porque África también es dulce, mil colores y mil sabores, una golosina, un caramelo de felicidad. Un postre siempre es algo más que una comida: desde el “secundae mensae” de los romanos, que gustaban de lo dulce para cambiar de plato, hasta nuestros días, el postre es signo de identidad y expresión de la cultura. Cada rincón tiene su postre típico y no podemos imaginar una boda o un cumpleaños sin la tarta correspondiente, ni una Navidad sin sus polvorones, turrón y mantecados. ¡Qué gozo! La alegría de lo dulce es la forma más feliz y divertida de acercarse a África. “Disfruta” de este libro, sácale todo el jugo, y que te aproveche cada bocado de felicidad.

Pepe Ferrer, sma.