Calendario SMA
Se remonta a muy lejos y me suena a principios,
a origen… ya cuando se iniciaba nuestro proyecto misionero, el que era superior
general, el padre Planque iba vendiendo un almanaque de puerta en puerta, por
las calles de Lyon, para sostener las misiones de África.
Así se inicia la labor de evangelización en los
países de la costa occidental y golfo de Guinea. Mons. De Bresillac recorrió
buena parte de parroquias y obispados de Francia a mediados del siglo XIX predicando,
presentando su proyecto, buscando vocaciones y ayuda económica para el envío y
mantenimiento de los equipos destinados a Costa de Marfil, Benín o Nigeria.
Nosotros seguimos la misma estela allá por los
años setenta. Al rico calendario. Fueron nuestros familiares, amigos… que lo
iban ofreciendo en sus colegios, círculos de sociedad… lo ofrecimos hasta a la
salida del El Corte Ingles de Goya. Poco a poco nos orientamos hacia las iglesias
que conocíamos, donde colaborábamos. Allí lo presentamos a la salida de las misas.
Este calendario se ha ido configurando como
nuestra marca, nuestro sello y reseña al paso del tiempo. Son ya más de
cuarenta años los que han visto aparecer nuestro almanaque africano y misionero,
sencillo. Él nos ejercita en la humildad: dependemos de los que nos quieran
ayudar comprándolo u ofreciendo un donativo, nos acerca todos los años a miles
de personas entre las que surgen colaboradores, amigos… y misioneros, y nos
proporciona una fuente de ingresos para llevar adelante nuestra vocación.
Gracias al calendario nuestra provincia SMA de
España se hizo económicamente independiente. Nos ayuda a vivir y a través de él
se ha ido tejiendo una red de buena-gente misionera que nos anima, aúpa y se
compromete con nosotros.
Yo creo que el calendario, su venta, nos ha ido
dando un estilo: dependencia, cercanía, apertura, humildad… eso de ponerse a la
puerta de una iglesia a vender al lado de los mendigos, todos los fines de
semana de Octubre a Navidad, los pies fríos y pateando las losas de granito,
indiferencia de algunos, la calidez y sonrisa de los más, charlas que surgen… y
la fiesta al terminar el finde con la sensación siempre de que hay mucha gente
buena, tiene su cosa.
Al principio sólo eran los calendarios, luego
algún libro de cuentos africanos que recogíamos aprendiendo las lenguas de allá,
experiencias de misión, postales de Navidad, libros de dibujos para que los niños conozcan África, sus animales, sus plantas… pequeñas cosas que también tienen
su impronta.