lunes, 14 de abril de 2014

EL CAMINO DE AMISTAD Y FE QUE RESUCITA

EL CAMINO DE AMISTAD Y FE QUE RESUCITA
“Cristo lloró. Que el hombre se llore a sí mismo.
De hecho, ¿Por qué motivo lloró Cristo sino para enseñar al hombre a llorar?”
(San Agustín)
Comencemos orando:
Te damos gracias, Padre, por Jesús
“El cual, hombre mortal como nosotros, que lloró a su amigo Lázaro,
y Dios y Señor de la vida, que lo levantó del Sepulcro,
hoy extiende su compasión a todos los hombres
y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva”.
Queremos destacar las siguientes frases del Evangelio de Juan:
“Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Y Jesús lloró.
"¡Lázaro, ven afuera!". El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar"”.
Es importante que tengamos presente que en este pasaje no todo se reduce al “milagro” de la Resurrección de Lázaro sino que nos traslada las actitudes ante la muerte de nuestros seres queridos.


«Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Hoy Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros, “¿Crees tú esto?” y respondiendo a esta pregunta podremos comprender lo que vamos a vivir en la Semana Santa, donde Jesús comparte el Pan con sus discípulos, duda de su Fe, confía en el Padre Dios, es traicionado, muere y Resucita, para salvarnos a cada uno de nosotros y confirmar sus palabras.
Y nos debemos preguntar cada uno de nosotros:
¿CREEMOS EN LO QUE NOS PROPONE JESÚS?
«Desátenlo para que pueda caminar»
Jesús quiere que, tras la resurrección, nos liberemos de todas aquellas ataduras que cada día tenemos y que nos permiten ver, caminar o abrazar.
La situación actual nos está limitando en nuestra libertad y nos está haciendo más esclavos de la tristeza y la derrota, sólo pensamos en el problema del trabajo, en el problema de la pobreza, en el sobrevivir en el día a día.
El mal llamado primer mundo está herido y triste, pero sería importante que aprendiéramos de aquellos que no tenían nada cuando nosotros vivíamos en la abundancia, y hoy queremos hacer referencia a los necesitados de África, América y Asia, donde los misioneros nos cuentan las historias de sufrimiento y a la vez de ilusión por un futuro.
¿DE QUÉ SEPULCROS ESTAMOS
DISPUESTOS A SALIR?


Aquí os queremos contar la historia de un misionero, Paco Bautista, que estuvo con nosotros y que vivió en sus carnes lo siguiente:
Una sonrisa no cambia el mundo, pero conmueve el corazón. El misionero al volver al hospital a encontrarse con los enfermos y sus familiares. Detuvo su mirada en una niña de no más de 10 años con una desnutrición muy severa. Era un verdadero “Cristo” clavado en una cama.
- No habla, no ríe, no tolera casi ningún alimento - comentó su abuela.
El Misionero se acercó a su cama, la tomó de ambas manos, la fue acariciando con ternura, con delicadeza. La miró directa a los ojos. Le sonrió y le dijo:
- Me llamo Paco. Mi nombre es fácil de pronunciar. ¿Cuál es el tuyo?
No dijo nada. Su mutismo era absoluto. La tristeza y la desolación dibujaban aquel rostro con más muerte que vida. Cada uno de sus huesos se podía contar. Pero insistió. No se dio por vencido.
- Mi nombre es Paco, Paco... No es difícil, ¿cuál es el tuyo?, además - añadí -, nadie te ha dicho que eres una niña muy guapa, ¡pero que muy guapa! Así que no te queda más remedio que decirme tu nombre.
¿Fue su poder de seducción, que le echó una mano Dios desde arriba? No se sabe. Pero en un hilo de voz aquel cuerpo maltrecho dijo:
- Ramatu, me llamo Ramatu, y tú te llamas Paco.
- No sólo eres guapa, tienes además una voz preciosa - le respondió en tono alegre para insuflarle todo su ánimo, todo su cariño.
Y fue entonces cuando esbozó una sonrisa, que iluminaron sus enormes ojos tan vivos en aquel cuerpo tan próximo a su final.
La abuela, que seguía la escena se emocionó. Dijo:
- Desde que la ingresamos no había abierto la boca, y mucho menos había sonreído. ¡Que Alá te bendiga! ¡Gracias!
Entonces la abuela le acercó su plato con arroz, que tenía olvidado en un rincón. Ella la animó a comer, como hacía siempre. La niña negó con la cabeza.
Con su mano escuálida le alargó la comida:
- Come tú primero, eres mi invitado - Ramatu compartía el alimento con el Misionero, con su inesperado amigo Paco.
Tomó una cuchara, comió unos granos de arroz, y le devolvió el recipiente.
- Ahora te toca a ti. Está riquísimo. Cómetelo entero. ¡Y verás que pronto te pones buena y sales de esta cama! Una niña tan guapa como tú se va a recuperar enseguida. ¡Te lo aseguro! Además, yo le voy a rezar a Alá mucho por ti, porque ya somos amigos.
Y para sorpresa de la abuela, la niña comenzó a comer, despacito, muy despacito, según el alimento que su estómago podía tolerar.
Y allí las dejó. La abuela le miró con agradecimiento y Ramatu le dijo adiós con la mano. Él les guiñó cómplice un ojo y ella volvió a sonreír.
Pensó el Misionero: ¡Ojalá salga adelante! Sería un auténtico milagro. Pero ¿por qué no? No dejemos de rezar por ella.
Una última palabra sobre esta niña, ¿no es hermoso que ella, la necesitada de alimento, sea la que tome la iniciativa para compartirlo con quien tiene al lado? Ramatu, sin saberlo, hizo un gesto que los teólogos llamarían profético. Terminó como suele terminar Jesús en algunas páginas de su Evangelio: El que tenga oídos para oír que escuche, el que tenga ojos para ver que vea
Lo anterior ocurrió el 29 de enero de 2014. Pero hoy, a 11 de febrero y después de una nueva visita del Misionero al hospital, nos comunica con alegría que Ramatu se ha recuperado milagrosamente. Las ganas de vivir, el ánimo recuperado, y algún reconstituyente vitamínico que la providencia le hizo llegar, han obrado el milagro. Ella ya está en su casa, sana y salva. Y el Misionero fue testigo cuando le dieron el alta. Aquellos ojos llenos de vida y recuperados volvieron a sonreírme.
- Paco - le dijo con afecto.
- Ramatu - le respondió con alegría.
Sus ojos contemplaron como dejaba el hospital acompañada de su familia.
¿No os parece buena noticia? A nosotros sí. Ya que ningún diario se hará eco de ella, el misionero nos la cuento. No podía dejar de compartir con nosotros una alegría así, para que su gozo sea también el nuestro. Una batalla está ganada, pero la violencia del hambre está más activa que nunca por las tierras de Misión en África.


¡Que el Dios de los pobres nos anime a todos a construir su reino! Quedémonos hoy con el buen sabor de boca de que Ramatu le ha ganado la partida a la injusticia de la muerte que estuvo a punto de llevársela”.