domingo, 13 de septiembre de 2015

En Benín con la SMA (Sociedad de Misiones Africanas)




El sábado 8 de agosto por la noche nuestro avión de Brussels Airlines aterrizaba en el aeropuerto de Cotonou (Benín) después de todo un día de viaje. Ya en Cotonou, nada más bajar de la escalerilla del avión, subido en el autobús que nos llevaba a la terminal, me surgió internamente una oración espontanea, no podía creer que por fin estaba pisando suelo africano: “Gracias Señor, aquí estoy para lo que tú quieras, tú sabrás qué quieres de mi”.


En la terminal nos esperaba Ángel, misionero de la SMA a quién ya conocía, para llevarnos primero a cenar y luego a la casa regional de la SMA en Cotonou donde pasaríamos la noche. Al siguiente día con la salida del sol partíamos en un 4x4 hacia la misión de Kalalé y la misión de Bouca. Nos quedaba todavía un viaje intenso pero precioso de 12 horas por el interior del Benín. Empezaba esa segunda etapa del viaje asombrado por los mil colores, los mil olores, el paisaje,  la naturaleza exuberante, las mil motos, esas carreteras llenas de agujeros donde el coche daba tantos botes, pero sobre todo asombrado por el hervidero de niños, mujeres y hombres en las calles. Aquello sin duda era otro mundo.

Al día siguiente, ya instalado en Kalalé, mi jornada empezó a las seis de la mañana, con la oración de laudes y con la eucaristía junto a Satur, dos religiosas misioneras del Mater Salvatoris y varios miembros de la comunidad cristiana de Kalalé. No puedo olvidar el evangelio que curiosamente tocaba ese lunes en mi primera eucaristía celebrada en el Benín: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere no puede dar fruto”. Ciertamente ese Evangelio allí en esa sencilla capilla de Kalalé sonaba sin duda de forma distinta de otras veces. Lo que estaba empezando era algo grande. Los próximos 25 días, primero en la misión de Kalalé y luego en la misión de Bouca, iban a ser sin duda una experiencia increíble.

Los niños y jóvenes en África


¡Cuántos niños había en Kalalé y en Bouca! Te los encontrabas por todas partes, muchas veces corriendo descalzos y felices,  otras jugando a rodar un neumático viejo con un palo por las calles sin asfaltar, otras veces jugando con una especie de rueca atada a un palo. Los más pequeños se divertían con una cuerda atada a medio bidón de plástico viejo. Sin duda los que más me impresionaban eran aquellos niños Peulh que de bien pequeños ya ejercían de pastores e iban con el ganado por aquellas carreteras y campos. Los niños de los pueblos cuando  veían a los únicos blancos que estábamos por ahí, se emocionaban y nos cataban algo así como “anasara cumbatule” que significa “blancos”. Sin duda los niños allí son felices con muy poco.



La Iglesia en Benín

Querida comunidad cristiana de Kalalé y Bouca, no puedo olvidar vuestros rostros y miradas en las oraciones y las celebraciones de la eucaristía, especialmente vuestra fe sencilla pero firme, vuestros cantos alegres y esa Palabra de Dios proclamada en tantas lenguas distintas: francés, bariba, bo, fulfulde…. Me conmovió el entusiasmo, protagonismo y dedicación de los catequistas de las comunidades que para ser catequistas realizan una experiencia de 9 meses de formación viviendo en Cotonou. También guardo un grato recuerdo de la oración de los miércoles en Kalalé con los jóvenes que me recordaba la oración joven de mi parroquia, aunque muy diferente. Gracias especialmente a Ángel y a la Comunidad cristiana de Bouca que aguantó estoicamente y con paciencia mis misas en francés. Ya les dije el último día que desde la Parroquia de Ntra. Sra. de las Rosas a partir  de ahora nos sentiremos  en comunión con ellos.

Tampoco puedo olvidar como ante el acontecimiento de la muerte de 2 cristianos en Basso, Satur organizó un viaje para que representantes de todas las comunidades católicas de los pueblos de la zona se hicieran presentes en una misa funeral. Íbamos con varios 4X4 recogiendo algunos cristianos en todos los pueblos por los que pasábamos. En el 4x4 que yo conducía llegamos a subirnos hasta 25 personas. Ese día en Basso celebramos todos juntos una eucaristía funeral muy entrañable y luego comimos todos juntos con las familias un buenísimo arroz con queso de soja.

También tuve la suerte de poder asistir a la ordenación diaconal de 2 jóvenes benineses en la catedral de la diócesis de N’Dali. Allí conocí otros sacerdotes y misioneros del Benín. La catedral estaba repleta de gente y como siempre los cantos africanos acompañaron con alegría toda la celebración. No puedo olvidar algunas de las palabras que el obispo dirigió a los chicos que se ordenaban. Les dijo que tres cosas eran importantes en su vida como diáconos y luego presbíteros: Vivir en la acción de gracias permanente todos los días, servir hasta entregar la vida, y vivir en la obediencia evangélica. En esa ordenación no pude evitar rememorar la alegría de mi ordenación de diácono en la catedral del mar en Barcelona.

Al acabar la celebración el obispo nos invitó a comer en el obispado. Yo no podía esconder mi asombro al ver el obispo durante toda la comida de pie sirviendo las mesas y hablando con la gente.

Contento de pertenecer a la Iglesia

El testimonio de los misioneros en África no deja a nadie indiferente, y a mí tampoco. He quedado impactado de toda la tarea que la SMA realiza en tantos lugares del Benín desde hace más de 150 años. También guardo un recuerdo muy especial y entrañable de mi visita al colegio para niñas que las religiosas del Mater Salvatoris están construyendo en Kalalé y también de mi visita al centro de recuperación de niños y niñas desnutridos que las hermanas Terciarias Capuchinas tienen en la ciudad de Nikki. Allí pude conocer a Julia y a Rosa, y ver toda la tarea que realizan con los niños y sus familias.

Me ha impresionado del Benín el buen rollo y los relaciones de colaboración que existen entre los misioneros y misioneras de distintas congregaciones y proyectos. En Benín una vez más uno se siente orgulloso de pertenecer a la Iglesia católica.  ¡Cuánto tenemos que aprender en España!
 
Mi última tarde en Benín, justo antes de tomar el avión de vuelta, estuve solo sentado en la arena de la playa de la ciudad de Cotonou. Contemplando ese océano atlántico y ese horizonte infinito, que en el fondo no parecía tan distinto del horizonte del mar de mi tierra en Menorca, si no fuera porque la playa estaba llena de chabolas donde vivían tantos niños, jóvenes y familias, gente humilde y sencilla, supongo que los más pobres de los pobres en la ciudad de Cotonou. Al volver a la casa pasé por la catedral de Cotonou y recé ante el retrato de Melchior de Marion Brésillac, fundador de la SMA y le pedí a Dios por la SMA y por todo su apostolado. Recé también por toda la gente que allí había conocido en esos días, con una oración especial para cada uno de los jóvenes de la SMA de Granada que me habían acompañado en esta experiencia. Le di gracias a Dios por todo lo vivido, experimentado y rezado. También recé por las Comunidades Adsis a las que pertenezco; quién sabe si un día el Espíritu Santo nos lleve a estar presentes en algún lugar de África, una tierra que fascina y enamora.


Un abrazo.

Joan Balcells Sintes