lunes, 29 de mayo de 2017

Misa de familias (Torodí. Níger)




Misa de familias (Torodí. Níger)
Alicia Pérez


Es domingo y nos levantamos más tarde. Hacemos chocolate para desayunar y nos vamos a celebrar la Eucaristía a Tanfuanu. Se viene también Yvette, una religiosa de Nuestra Señora del Lago, de la Comunidad de Torodi; aquí tendrán una Celebración de la Palabra.

El día está especialmente polvoriento, el paisaje del camino está yermo y desolado, pero vamos al encuentro de una Comunidad que espera al misionero.

En el desvío saludamos a la familia de Jean y nos dicen que padre ya se ha ido a la iglesia. Un pequeño recorrido por estos caminos, (¿cómo se guiará Isidro?), y apenas cuarenta minutos después de haber salido de casa llegamos a la iglesia.


La iglesia es pequeña y sencilla, como sencillo y pequeño es este rincón de África. Este año la temperatura no es muy alta, pero al ver el tejado de chapa pienso en el calor de abril y en el repiqueteo de la lluvia de junio a agosto.

Al entrar me siento en el último banco y me veo rodeada de mujeres con su bebé a la espalda, alguno apenas tendrá un mes. Van llegando más mujeres, todas llevan una pequeña cruz, saludan con respeto al altar y me dan la mano como signo de bienvenida. Delante están los muchachos que tocan el cajón. El resto, unas veinte mujeres, la mayoría con un bebé en la tripa, otro a la espalda y uno o dos hijos más mayorcitos de la mano. ¡Impresionante!. Comienza la celebración, y comienzan los cantos que acompañan la danza de las chicas más jóvenes.

Isidro celebra en gurmanchema, la lengua local. ¡Qué esfuerzo el de los misioneros!, ¡qué regalo del Espíritu el don de Lenguas!, “y cada uno les oía hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”. Las mujeres participan con piedad y recogimiento, algunos niños juegan por el suelo silenciosamente y cuando un bebé empieza a llorar la madre lo amamanta y se tranquiliza. Los mayorcitos están pendientes de los más pequeños. Me fijo en un bebé que tengo delante, tendrá apenas un par de meses.

Con un poco de retraso llega otra mamá; la niña que lleva a la espalda no deja de mirarme, se sorprende, se interroga y me hipnotiza con unos preciosos ojazos negros que iluminan toda su cara. Su piel es un poco más clara que la del resto, debe de ser de otra etnia.

Por el pasillo gatea un bebé de apenas un año, es feliz, sonríe; al cabo de un rato se sienta en el suelo al lado de una señora cuyas piernas muestran una extrema delgadez. Mira la cámara con curiosidad, pero sin asustarse, y mientras juega con una sandalia ofrece una bonita expresión.

El evangelio de este domingo, empieza recordando la ley antigua: “Habéis oído que se dijo ojo, por ojo, diente por diente”. Yo, en cambio, os digo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. Así seréis hijos de vuestro Padre que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”.

La homilía es en francés, con traducción del catequista:

- ¿Quiénes estáis estudiando francés? Y se levantan las cuatro o cinco mujeres que van a la alfabetización.
- ¿Qué habéis entendido?,
- Que hay que amar
- Pero si alguien me roba el móvil yo le robo el móvil ¿eso es justo, no?
- No
- ¿Pero porqué? ¿No es eso lo justo?
- No, porque el Padre hace salir el sol para todos, buenos y malos, y yo soy hijo suyo si hago lo mismo.
- Y si me pegan en la mejilla derecha, ¿es fácil poner la otra?
- No, pero así seremos hijos de nuestro Padre Dios.

De nuevo el canto y la danza acompañan la confesión del Credo. ¡Con cuánta alegría proclaman Creo….! En las preces son varias las mujeres que hacen sus peticiones espontáneamente. ¡Qué pena no entender lo que dicen, pero qué fácil es unirse a la plegaria aún sin entender!

"Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiras…"

A la colecta todo el mundo contribuye y las dos pequeñas calabazas son ofrecidas junto al pan y al vino. El momento de la paz es sincero, junto a una mirada limpia se ofrece una mano comprometida; los ojos de los más pequeños acompañan los gestos de las madres.



El momento de la Comunión vuelve a poner en pie a unas madres que prácticamente siempre llevan un hijo a la espalda. Comulga la mayoría. Id al mundo entero y proclamad el evangelio.

Al final de la Eucaristía me acerco a una niña que tiene todavía frescas las costras de las escarificaciones, se las han debido de hacer esta semana. Al principio tiene la cabeza baja, le da vergüenza que la vea así, pero a la vez deja escapar una inocente sonrisa infantil. Mientras me pregunto si le habrá dolido, intento que se relaje, sólo cuento con mi expresividad y mi cariño; poco a poco, tímidamente, va levantando la mirada, y al final me ofrece una cómplice sonrisa que me llevo en el alma e intento recoger con la cámara.

Hace ya mucho tiempo que normalmente viajo sin cámara, de hecho no tengo, y apenas suelo hacer alguna con el móvil para compartir por whatsapp. Sin embargo, la primera vez que vine a Níger me traje la de una amiga y fotografiaba a cada paso. Ahora me cuesta más fotografiar a las personas, aunque sea pidiéndolas permiso e incluso en algunos casos viendo cómo les gusta. De este viaje me llevo impactantes imágenes en la retina y un mosaico de miradas en la cámara. Llevar imágenes puede ser un modo de dar a conocer una realidad, pero aquí se me queda muy pobre. Aquí hay que venir, estar, oler, tocar, empaparse y dejarse transformar. Y para quienes no pueden hacerlo, la mejor imagen es la huella que esta gente deja en nuestra vida.

Terminada la celebración, la religiosa que ha venido con nosotros se reúne un rato con las jóvenes y luego juega con los más pequeños que no paran de moverse al compás de la música. Las mujeres me han visto hacer algunas fotos y ahora quieren que las saque a todas, se colocan en fila cada una con su bebé. Uno de los momentos que más disfruto, tanto con pequeños como con mayores, es el momento de enseñar en la cámara las fotos que he hecho. En ese momento alguien tendría que estar al lado para recoger las mejores sonrisas.

El catequista reparte unos caramelos y con esa dulce expresión nos volvemos a Torodi.

Ha sido una misa de familias, porque esta es la familia africana, esta es la realidad africana en esta parte del continente. Mujeres siempre cargadas de hijos que cuando se les ofrece la oportunidad de ir a una curso de alfabetización tienen que ir con ellos. Que para poder realizar cualquier formación, por ejemplo aprender a coser, tienen que esperar a no estar amamantando y entonces buscar algún pequeño que se quede con los que son todavía más pequeños.

Al principio dije que al pasar habíamos saludado a la familia de Jean. En la casa estaba la madre con el pequeño André de apenas tres meses; tiene espina bífida, llora constantemente y en el hospital de Niamey, donde le han hecho varias radiografías, le van dando largas. El otro día llevamos las radiografías a Tanguieta y, aunque no nos dieron muchas esperanzas, nos dijeron que el 19 de marzo viene un especialista; tendrían que hacerle dos operaciones y ver cómo evoluciona al ir creciendo el cráneo. Pero no es sólo eso. Para llegar al hospital tienen que recorrer cuatrocientos kms, atravesando Burkina, para llegar a Benín.


Alicia.
Amiga de la SMA
Madrina de una familia nigeriana

SOCIEDAD DE MISIONES AFRICANAS
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