Carta abierta (de amor) a la Sociedad de Misiones Africanas (SMA):
Querida SMA, vas a cumplir 160 años de
existencia. ¡Felicidades! ¡Cuántas cosas vividas desde aquel 8 de diciembre de
1856, en que Marión de Bresillac, junto a
un pequeño grupo de personas, tuvo la valentía, la intuición profética,
de consagrar la sociedad naciente a la evangelización de los pueblos
abandonados del África negra, para anunciarles a Jesucristo y dotarlos de una
iglesia y clero locales! Ocurrió en Lyon, en el lateral de la Basílica dedicada
a la Inmaculada, que corona la colina de Fourvière, contemplando la hermosa
ciudad francesa a sus pies, vertebrada por dos caudalosos ríos, habitada por el
duende del casco antiguo, con su catedral, su callejas con sabor a historia y
otros monumentos.
Los
primeros años fueron difíciles. El fundador y cinco compañeros más, mueren en
la primera expedición que llega a Freetown, por una epidemia de fiebre amarilla
(vómito negro) que estaba asolando la población de la capital de Sierra Leona
en junio del 1859. Aquello no fue el final, muy al contrario, fue el comienzo
de una verdadera historia de amor, que escribe, aún hoy, con letras de molde las palabras: entrega, servicio, audacia.
Hasta
bien entrado el siglo veinte, la media
de vida de los misioneros en el Golfo de Guinea, o Golfo de la muerte, apenas si llegaba a los dos años. Eran
muchos los que morían prematuramente a causa de la malaria y de la adversidad
de un medio hostil y de un clima muy duro. Pero eran aún más los que
remplazaban a los fallecidos, y lo hacían decididos, libres, conscientes de la
tarea y dispuestos a que la Misión se prolongase en el tiempo y en el espacio.
¡A fe que lo lograron!
Yo me considero bienaventurado de ser heredero
de tanta entrega, de tanta generosidad, de cada uno de los misioneros que
me han precedido. Por eso puedo decir que, aunque esté en el umbral de los
cincuenta, mi edad es también de 160 años[i]. Tomo
el relevo de mis antecesores con entera libertad y plena conciencia. No miento
si confieso, no sin cierto rubor, lo que he dicho en numerosas ocasiones, que estoy completamente enamorado de África,
orgulloso de mi vocación misionera. No me han faltado ni las noches
oscuras, ni los obstáculos, ni los problemas de salud. Pero más pasan los años,
más persiste mi amor, más enamorado estoy, más vivo siento el fuego de la
vocación, que con gratuidad, Dios va
creando y recreando en mí, cada día, cada noche, cada instante. Él sostiene cuando las fuerzas menguan.
Él te mantiene cuando la tormenta se desata, te mantiene en pie. No es pura
retórica lo que escribo. Sencillamente es verdad, al menos mi verdad.
Pero no
soy un ente aislado, una isla en medio del Pacífico, tengo una familia misionera, la SMA. Mis compañeros son conmigo, yo con
mis compañeros. Sin ellos, sin el trabajo en equipo que hacemos, no sería
posible sacar adelante la primera evangelización que Dios nos ha encomendado.
Cada uno de ellos (del distrito de España) me ha enriquecido, me ha completado
con su manera peculiar de hacer y de vivir la Misión. De todos he aprendido y
aprendo. “Una mano lava a otra mano”, dice un proverbio. Eso, a pesar de
nuestros fallos y sombras, lo intentamos siempre, porque nos decimos familia,
porque somos familia.
Pero esta
familia es aún más grande. De ella forman parte todos los que, con buena
voluntad se acercan a nosotros, se identifican con nuestra vocación y nos
ayudan a llevarla a cabo, bien sea vendiendo calendarios en las frías puertas
de las iglesias, o montando año tras año un Festival Misionero, como el de
Vélez de Benaudalla, que moviliza a todo un pueblo.
Quiero
terminar esta carta de amor citando un proverbio con el que me identifico
plenamente:
“Si no sabes a dónde vas, párate, mira hacia atrás, al menos sabrás de dónde vienes.”
Yo vengo del corazón de Dios, yo vengo
de la entrega amorosa de todos mis compañeros en estos 160 años, yo vengo de la
inspiración, del “si” decidido de Marión de Bresillac y sus primeros compañeros,
pronunciado el 8 de diciembre de 1856. A cada uno de ellos, a cada uno de
vosotros, gracias de corazón por ser lo que somos, lo que estamos llamados a
ser: misioneros
desde lo más hondo de nuestros corazones.
Fraterno siempre:
Paco Bautista,
Misionero SMA
SOCIEDAD DE MISIONES AFRICANAS
C/ Asura, 34 28043 Madrid
Tel: 91 300 00 41
E-mail: sma@misionesafricanas.org
[i] La idea de de equiparar la edad
personal a la de la fundación de la SMA fue de mi compañero Isidro Izquierdo.
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